El año 2018 inició con rezagos dada la desaceleración que se presentó en el sector constructor e inmobiliario en el 2017. Así mismo se generó un entorno de alta incertidumbre económica y política, volatilidad en los mercados y bajos crecimientos en los sectores claves de la economía. El deterioro de clima de negocios y la falta de confianza frente a la incertidumbre se fueron despejando principalmente para el segundo semestre del año, en donde las expectativas de clientes se fueron normalizando e inicia una fase lenta de recuperación.
Según la ANI, en materia de competitividad, el país tuvo un desempeño desfavorable, con tímidos avances y en algunos casos desmejoras importantes. Este contexto se evidencia en los retrocesos del país en las posiciones de los distintos rankings, los cuales miden la competitividad relativa de los países. Si analizamos los indicadores de competitividad a partir del 2000, encontramos que Colombia ha retrocedido 13 posiciones según el IMD, situándose en el puesto 58° entre 63 países en el 2018. Para el presente año, en el indicador general de Doing Business, Colombia ocupa la posición 65 entre 190 países, mientras que, en 2010, el puesto ocupado era el 37, evidenciando una desmejora de 28 posiciones. Es evidente entonces que en el país sigue pendiente una ambiciosa tarea en materia de competitividad.
El año 2018 termina con una mejora significativa en las expectativas de los empresarios frente al año anterior. Se evidencia un panorama favorable para el inicio del 2019, con un clima para los negocios positivo y unas perspectivas más alentadoras. En este sentido, en reciente estudio de la ANI un 44,6% de los empresarios manifestó tener mejores expectativas, cifra por encima del promedio histórico de la EOIC y por encima del indicador en 2017 (36,2%), lo que muestra una percepción más favorable para el 2019.
Se estima que el crecimiento de la economía bordearía el 3,2% en 2019, una cifra que, si bien daría cuenta de la consolidación del proceso de recuperación económica, aún se encontraría por debajo de su nivel potencial (en torno al 3,8%). Los factores que impulsarían a la actividad productiva están hoy asociados a (i) la reactivación de los canales de inversión, (ii) una política monetaria expansiva que dinamizará las diferentes modalidades de crédito, (iii) la recuperación de sectores económicos como la construcción y (iv) la permanencia de la inflación en su rango meta.
A nivel sectorial se espera que el año en curso sea en el que finalmente las doce ramas de la actividad productiva presenten tasas de crecimiento positivas, aunque con moderaciones en algunas de ellas. En particular, los sectores que crecerían a un mayor ritmo serían la administración pública, las actividades financieras y de seguros, el comercio y la industria.
Existen factores de riesgo que de materializarse podrían ir en detrimento de la recuperación y que exigen, desde luego, un monitoreo constante por parte de analistas, inversionistas y autoridades económicas. En el ámbito internacional, algunos de ellos están asociados a (i) el menor crecimiento de nuestros socios comerciales, (ii) una normalización acelerada de la política monetaria en los Estados Unidos y (iii) la volatilidad del precio del petróleo. En el ámbito local, el país debe estar atento a (i) posibles retrasos en la ejecución de inversiones públicas y (ii) a los efectos del fenómeno de El Niño sobre la inflación, las importaciones y la dinámica del sector agrícola.
Se espera que a lo largo del 2019 el Gobierno lidere el trámite de políticas que contribuyan a la solución de los problemas estructurales respecto a productividad, competitividad y la sostenibilidad fiscal. El continuo avance en estos frentes no solo resulta imperativo para la estabilidad macroeconómica de largo plazo, sino para retomar sendas de crecimiento potencial en torno a 4,5%-5,0% en el mediano plazo.
La inversión, por su parte, registraría un crecimiento de 3,5% en 2019, cifra que contrastaría positivamente con la de 2018 (1,4%). Al respecto, existen varios elementos que le imprimirían una mayor dinámica a los canales de inversión, destacándose los atractivos niveles de tasa de interés de la modalidad de crédito comercial y la reducción de la tasa de renta corporativa del 37% al 33% establecida en el Estatuto Tributario. Adicionalmente, el buen desempeño de la inversión en maquinaria y equipo, el proceso de recuperación de los componentes de vivienda y otros edificios y estructuras, así como los incentivos establecidos en la Ley de Financiamiento a las megainversiones, impulsarían el comportamiento de la formación bruta de capital y contribuirían con 0,8 pp al crecimiento del PIB.
Fuente: ANI, BBVA Research